Champions League | El Liverpool emuló el milagro de Estambul en Milán
Para siempre quedará en la memoria de los hinchas del Liverpool el 26 de mayo de 2005. Y del fútbol entero, porque la remontada que se apuntaron los ‘reds’ en el Ataturk Olympic de Turquía fue para no olvidar nunca más. El 3-0 del Milan en la primera etapa no sentenció, para nada, la final de aquella Champions League 2004/05, y los de Rafa Benítez obraron el ‘milagro de Estambul’ igualando 3-3 el duelo y ganándolo en penaltis.
Casi veinte años después, en Milán, ambos equipos se volvieron a encontrar por la misma competición. El estreno del nuevo formato de la máxima competición europea en San Siro cruzó los caminos de italianos e ingleses, y eran los de Paulo Fonseca los que celebraban tras el inicial tanto de Christian Pulisic a pase de Álvaro Morata.
OTRO ‘MILAGRO’… EN ITALIA
Pero poco duró la alegría de los locales ante un equipo que siempre trae pesadillas. El que se quemó con leche ve la vaca y llora, algo similar a los aficionados del Milan cuando ven al Liverpool al frente. De eso se apoyó el equipo de Arne Slot para empatar gracias a Konaté y firmar una nueva remontada, en la cabeza de Van Dijk, antes de finalizar la primera etapa. Los recuerdos de Estambul siguen intactos para los ‘scousers’ allí donde vayan.
Ya en la segunda etapa, los ‘reds’ mantuvieron su dominio apoyados en el espíritu de darle la vuelta a los marcadores. Por tanto esta vez fue Dominik Szoboszlai el encargado de facturar el tercero, todo tras asistencia de Cody Gakpo, sentenciando el triunfo en el estreno de la nueva Champions. Que de nueva tendrá lo suyo, pero la nostalgia estuvo presente para los británicos.
El Liverpool descosió al Milan, conquistó San Siro con una remontada que acabó siendo un resultado escaso y puso de manifiesto que, por el momento, está varios escalones por encima del equipo italiano, lejos de su mejor versión, de ser competitivo con los mejores equipos de Europa.
Facilidad absoluta del Liverpool para remontar al Milan en San Siro. Un paseo para los de Arne Slot. Dos jugadas a balón parado y un sinfín de contras que pudieron haber humillado a los locales, impotentes en defensa, desprovistos de creatividad en el centro del campo y sin mordida arriba.
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